por Christian Hamel
De todas las formas de locomoción terrestre, la bicicleta es la única que no requiere tracción animal ni fuentes de energía. Su invención tuvo muy rápidamente un impacto decisivo en el plano social y es hoy en día, un medio de transporte promisorio por las posibilidades que ofrece tanto dentro de las ciudades como en los espacios naturales.
Existen bellas leyendas sobre los orígenes de la bicicleta: desde el celerífero del Conde de Sivrac en 17901 hasta los dibujos del Códice Atlántico de Leonardo da Vinci pasando por el querubín velocipedista de un vitral de la Iglesia de Saint-Gilles de Stoke-Poges, cerca de Londres, no faltaron las mistificaciones. Fue Carl Friedrich Drais von Sauerbronn quien presentó el 18 de junio de 1817, lo que él llamó “la máquina andante”, un cuadro apoyado sobre dos ruedas con un dispositivo de dirección, la persona se mantenía sentada sobre una pequeña montura y se propulsaba con las piernas. Permitía recorrer 20 km en dos horas. La patente fue registrada en enero de 1818 y, bajo el nombre de velocípedo, esta invención conoció el éxito en Francia, mientras que el barón von Drais murió el 10 de diciembre de 1851 en Karlsruhe, enfermo y acechado por numerosos problemas legales.
En 1861, Pierre Michaux y su hijo Ernest aportaron una mejora decisiva al agregar pedales a la rueda delantera. En 1869, más de un centenar de empresas francesas fabricaban velocípedos.
El piñón libre, el rodamiento de bolas, las ruedas de aleación metálica y las bandas de goma mejoraron el velocípedo que se convirtió en Biciclo cuando se aumentó el diámetro de la rueda delantera para ganar velocidad. Los inventores rivalizaban aportando ideas hasta que, en 1879, el inglés H. J. Lawson registró la patente de la bicicleta: un biciclo con pedales y una cadena. En 1884, John Kemp Starley, otro inglés, dio el nombre de The Rover a una forma casi definitiva del artefacto con dos ruedas de diámetro casi idéntico y un marco en forma de rombo. Con la llegada de los neumáticos de goma de Dunlop, el velocípedo, o la bicicleta, se convertiría en un éxito mundial y revolucionaría la circulación en el ámbito urbano y la sociedad en lo más profundo de sus tradiciones.
En aquel entonces, las mujeres usaban miriñaque. Para andar en bicicleta, precisaban usar pantalones y corsés holgados, lo cual estaba prohibido por una ley del 17 de noviembre de 1900. Dos circulares de 1892 y 1909 autorizaron el uso de pantalones para velocipedistas (y amazonas). Los intelectuales, la alta burguesía de aquella época, pero también las personas de clase media abandonaron gradualmente el caballo, regocijándose de poder desplazarse tan fácilmente y a un costo menor.
Muy rápidamente, se desarrolló la idea de las carreras. En 1867 se corrió de París a Versalles y el 7 de noviembre de 1869, James Moore recorrió los 123 km que conectaban el Arco del Triunfo con la Iglesia Saint-Paul de Ruan en 10 horas 40 minutos (¡paradas incluidas!). Ese año se organizaron más de un centenar de carreras. Jules Léotard, el inventor del trapecio volante, Clément Ader, uno de los pioneros de la aviación, participaron con éxito a numerosas pruebas.
La más prestigiosa de las carreras comenzó el primero de julio de 1903 en Montgeron (Essonne) y concluyó en París, en el Parc des Princes el 17 de julio siguiente, después de haber recorrido toda Francia. Este Tour de Francia sellaría una profunda relación entre todos los estratos de la sociedad y aquellos a quienes el periodista Albert Londres llamó “los reos del camino”. La guerra de 1914-1918 interrumpió el ritmo anual del evento y tres de sus primeros ganadores perecieron durante los combates (Octave Lapize, François Faber y Lucien Petit-Breton) así como cerca de medio centenar de los que habían corrido las primeras ediciones.
Con el desarrollo de las actividades recreativas se asistió a la aparición del tándem que permitía a los primeros beneficiarios de las vacaciones pagas, tomar un descanso, luego la bicicleta de montaña (mountain bike) y una bicicleta con cuadro y ruedas de tamaño reducido, la BMX, que ofrecía posibilidades de acrobacias o carreras de velocidad en pistas inspiradas en las del motocross. Algunos países como China o los Países Bajos convirtieron a la bicicleta en un vehículo popular mediante el desarrollo de pistas especiales. Aquella que los poetas han bautizado como “Pequeña reina” figura en el mundo entero y en los albores del siglo XXI, ante una crisis energética, son una promesa de futuro inmensa.
Más información sobre Gallica: :
- Au temps des premières bicyclettes, película de Albert Bayard (15 min 30 s), producción y distribución del Centro Nacional de Documentación Pedagógica (Montrouge), 1979, vía el Réseau Canopé.
- Fotografías deportivas de Jules Beau.
1. Engaño inventado por el periodista Louis Baudry en el momento de la presentación de la patente de "la draisiana" por Karl Drais en 1817.