por Erik Aberg
Manipular tres objetos de la misma índole, profesionalmente, con un virtuosismo casi sobrenatural remonta apenas a un siglo atrás. ¡Y en el caso de las mazas de plástico, apenas a 50 años! Sin embargo, el malabarismo tiene por lo menos 4000 años de antigüedad. La historia del malabarismo, o mejor dicho, su arqueología y genealogía, que en gran medida aún deben ser establecidas, nos obliga a deshacernos de la imagen actual y convencional que tenemos de ella.
La trama histórica que desplegamos aquí, se basa en la hipótesis de la transformación continua de una habilidad relativamente estable: lanzar objetos con virtuosismo. Pero otros enfoques anticronológicos, también serían posibles.
¿Por qué motivo el ser humano comenzó a hacer malabares? ¿Para engañar su aburrimiento? ¿Por curiosidad? ¿Para cazar, intimidar al enemigo? Los chinos Yiliao habrían hecho malabares con nueve pelotas en el campo de batalla para ahuyentar al ejército opuesto. O bien se habría tratado en un primer lugar de un ritual religioso, como lo sugiere Álvarez1 al principio de su libro La jonglerie : son histoire et ses meilleurs interprètes: “Cuando el hombre primitivo iniciaba ritos religiosos, comenzaba mostrando sus habilidades, cantando melodías rudimentarias, golpeando las palmas, y palos unos contra otros.” A menos que el hombre simplemente haya intentado tornar su vida más fácil, más alegre – como cuando tiramos nuestras llaves por el aire sin ningún motivo, después de cerrar la puerta.
Una actividad multimilenaria
El rastro más antiguo registrado del malabarismo es una pintura mural que adorna la decimoquinta tumba de la necrópolis principesca de Beni Hasan en Egipto. Dos mujeres extienden sus manos, con un objeto redondo en cada mano y un tercer objeto flotando en el aire por encima de ellas. Otra mujer aparece en una posición similar, pero con los brazos cruzados delante del pecho. Los egiptólogos señalan que el pelo de las mujeres está peinado en un estilo formal, lo que podría indicar que la escena forma parte de una suerte de ceremonia. Si bien no conocemos ni el nombre ni la función de la actividad, tenemos por lo menos aquí una prueba de la existencia del malabarismo alrededor de 2000 años a. C. Los siguientes documentos (estatuillas, pinturas sobre cerámica, frescos) remontan a la Antigua Grecia – unos 500 años antes de nuestra era – de Etruria y Roma. Todo indicaría que la manipulación experta de las pelotas era muy popular, pero no se conoce bien aún su función social.
Entre 500 y 1100 d. C., trovadores de Normandía comenzaron a formar pequeñas compañías de espectáculo itinerante. Tocaban música, cantaban, bailaban, contaban cuentos, presentaban trucos de magia o animales adiestrados y a veces también actos de lo que hoy se llamaría malabarismo. La palabra “malabarismo" designaba entonces el conjunto o alguna de estas actividades, y generalmente significaba “entretenimiento”. Desde el Renacimiento hasta mediados del siglo XIX, la palabra “malabarista” se utilizó principalmente como sinónimo de un escamoteador, charlatán2 o incluso “hechicero”.
El circo conduce a la profesionalización de los malabaristas
El nacimiento del circo moderno en 1768 marcó un hito crucial en la historia del malabarismo. Por primera vez, las diferentes habilidades de los artistas estaban claramente separadas: la acrobacia ecuestre, la danza sobre cuerda, etc. Completando inicialmente los ejercicios ecuestres, el malabarismo se autonomizó gradualmente. Una gran cantidad de actos emergieron con el advenimiento del espectáculo de variedades en Londres, a través de la inauguración en 1852 del Canterbury Hall por Charles Morton, quien incorporó varias expresiones artísticas en el programa del Music Hall.
La llegada a Europa, a partir de 1810, de compañías de artistas asiáticos acrecentaría este movimiento. Los primeros vinieron de la India, realizaban trucos de magia, encanto de serpientes, pero también practicaban malabares: girar anillos alrededor de las extremidades, lanzar objetos, manipular bolas de metal y palos del diablo. Fueron rápidamente seguidos por los chinos y los birmanos. Los japoneses llegaron en 1867, al final del período Edo, con técnicas de malabarismo completamente inéditas. Su estilo, y muy a menudo su vestuario, fueron ampliamente imitados por los malabaristas europeos.
La era de los grandes malabaristas profesionales
Lo que estos artistas orientales y sus imitadores practicaban corresponde a la magia y al malabarismo, que no se identificaban aún como tales en aquella época. En 1885, el malabarista germano-británico Cinquevalli3 fue el primero en hablar públicamente de malabarismo, y en distinguirlo de la magia. Desde su punto de vista, el espectador debía ser capaz de medir el nivel de habilidad exigido por la ejecución de los trucos. Con este fin, usaba objetos cotidianos, familiares y actuaba luciendo ropas informales en lugar del vestuario exótico de moda de aquella época. El final del siglo XIX también marcó el triunfo del “malabarismo de restaurante”, una verdadera forma de teatro mudo, que ponía en escena, en el decorado de un restaurante elegante, a un gran número de artistas haciendo malabares con todos los objetos alrededor.
Con Paul Cinquevalli y los malabaristas, que desde ese entonces desarrollaron malabares en solitario, como el alemán Salerno (Adolf Behrend 1868-1946) o el estadounidense Kara (Michael Steiner 1867-1939), el malabarismo ganó en popularidad y autonomía, integrando naturalmente los programas de variedades y de circo. En la continuidad del estilo de Cinquevalli, pero llevando el virtuosismo a un nivel nunca visto, surgió aquel que los malabaristas de hoy en día aún consideran “el mayor malabarista de todos los tiempos”: el italiano Enrico Rastelli. (1896-1931). En los años 1920, Rastelli alcanzó un éxito enorme en Europa y en Estados Unidos – después del payaso Grock, fue el artista de circo mejor pago de su época. “El malabarismo Rastelli” pronto se convertiría en un nuevo modelo, abundantemente imitado: mientras que los malabaristas en solo trabajaron con objetos cotidianos heterogéneos, los nuevos malabaristas, como los estadounidenses Bob Ripa (Edvin Hansen 1913-1943), Serge Flash (Serguei Fomitcheff 1904-1956), la austríaca Trixie (Martha Firschke Larue 1920-2001) y la rusa Jenny Jaeger (1909-1986), siguiendo a Rastelli, utilizaron objetos del mismo tipo: bolas, platos y palos para hacer malabares y batir récords.
En 1931, año de la trágica desaparición de Rastelli a los 34 años, el artista Bela Kremo tuvo la idea de crear un número muy austero. Inspirado por Will “Mad Hatter” Cumin, eligió tres sombreros como accesorio, tres cajas de puros, tres pelotas, un bombín, un cigarro y dos guantes enrollados en una pelota. Y una silla. Su obra consistía en una secuencia de varias escenas con un fondo musical. Era el nacimiento de un nuevo estilo, en el que se ilustró en particular, el malabarista estadounidense Bobby May (Ludwig Theodore Mayer 1907-1981), adepto de un estilo de malabarismo minimalista, con pelotas blancas y mazas. Al mismo tiempo, surgieron los malabaristas humoristas tales como W. C. Fields (William Claude Dukenfield 1880-1948), Rich (Georgie) Hayes o Albert Rebla (Albert James Stevens 1880-1963), quien hasta los años 1930 puso en escena fabulosos fiascos.
Los años 1940 y 1950 estuvieron marcados por un avance estilístico decisivo: la coreografía, introducida por el malabarista alemán – más tarde naturalizado estadounidense – Francis Brunn (1922-2004). Después de una primera parte de recorrido siguiendo el estilo de Rastelli, Francis Brunn abandonó esta inspiración para crear un personaje sobrio, un bailarín de flamenco vestido de negro. Sus hazañas técnicas le valieron un gran éxito: dos aros girando alrededor de una pierna y otros dos alrededor del brazo, lanzando una pelota que rotaba en el dedo con una mano mientras que la otra mano hacía malabares con tres aros, y que su cabeza mantenía en equilibrio un pedestal, en donde giraba otro globo en equilibrio. Pero fue principalmente su trabajo sobre el movimiento del cuerpo que lo posiciona retrospectivamente como un precursor.
El malabarismo de ocio
El 17 de junio de 1947, durante la reunión de la Cofradía Internacional de magos en Pittsburg en Pensilvania, ocho malabaristas participantes decidieron formar su propia asociación la “International Jugglers Association”. A partir de ese momento, se desarrolló gradualmente, en los Estados Unidos, una cultura del malabarismo de ocio “aficionado”. Y con ella, una nueva actitud abierta, muy diferente de la que existía entre los profesionales, celosos de sus secretos. En las convenciones de malabarismo, la idea de compartir comenzó a prevalecer y en particular, el intercambio de accesorios. Tres artículos estándar, variantes de los accesorios favoritos de Enrico Rastelli. Los palos cedieron su lugar a las mazas, los platos a los aros, es decir a objetos “intrínsecamente geométricos”, que implicaban tres exploraciones diferentes de lanzar-recoger: en el caso de la pelota, la rotación del objeto era mínima, en el caso del aro se trabajaba la rotación en un solo eje y con la maza, lo que importaba, era la rotación en el otro eje.
Pero otro fenómeno iba a tener una influencia crucial en el malabarismo: la política soviética del circo. La Revolución de 1917 había provocado el éxodo de muchas familias de circo europeas. Rusia contaba con cientos de circos en todo el país, pero con muy pocos artistas. La fundación de la Escuela del Arte del Circo en Moscú en 1927 tenía como objetivo principal resolver este problema. Poco a poco, se adoptaron métodos de enseñanza, fuertemente inspirados en los de la gimnasia y la danza clásica.
En 1962, N. E. Baumann publicó el primer manual de enseñanza de malabarismo, en el que el malabarista era presentado en las posiciones típicas del ballet. Las escuelas soviéticas también participaron significativamente en la estandarización de los objetos utilizados y en la difusión de modelos.
Después del modelo Rastelli, surgió en Rusia el estilo de Alexander Kiss (1921-1990), en los años 1940, que se impuso para los malabaristas soviéticos en los años siguientes. Serguei Ignatov, alumno de Violetta Kiss, hermana de Alexander, formará el tercer modelo. Habiendo debutado en 1970, a los veinte años, se distinguió muy rápidamente dentro del circo de Estado de Moscú, especialmente por su forma de manipular cinco aros (antes de él, este trabajo se limitaba a tres anillos) y su virtuosismo (nadie ha superado aún su marca de once aros en el aire).
El desarrollo de la práctica de aficionados, la búsqueda de virtuosismo y las evoluciones estilísticas mencionadas anteriormente, conducirían a una importante invención: la maza de plástico. De hecho, los malabaristas con mazas, tanto en solitario como de manera colectiva, habían surgido en los Estados Unidos en los años 1920, y las compañías de malabarismo con mazas no habían tardado mucho tiempo en conseguir contratos en Europa. Pero la práctica se popularizó realmente con la producción en masa. Las mazas eran de madera, pesadas y dificultosas para las manos y el cuerpo. En los años 1960, Jay Green en Brooklyn, Nueva York, creó la primera maza moderna uniendo varias piezas de plástico, un mango que absorbía los choques y perillas de goma espuma. Abrió el camino para Brian Dubé quien, en los años 1970, perfeccionó el modelo moldeando las partes de las mazas de malabares. Dubé fue copiado por todos los fabricantes de accesorios de malabarismo.
En los años 1980, surgió una nueva norma anticipada, a decir verdad, por Rastelli 60 años atrás: la actuación de una hora o más. Se la debemos a Michael Moschen y Airjazz4 en Estados Unidos, al Institut de Jonglage y a Jérôme Thomas en Europa. De este formato más extenso, que promete un gran futuro, emergieron nuevas estéticas: diseño de trajes, iluminación, trabajo sobre la coreografía, actuación, dramaturgia.
1. Francisco Alvarez, Juggling: Its history and greatest performers, 1984.
2. Noël Retz, Mémoire pour servir à l'histoire de la Jonglerie, dans lequel on démontre les phénomènes du mesmérisme, Paris, Méquignon l’Aîné, 1784.
3. Emil Otto Paul Braun o Paul Kestner según las fuentes de la información (1859-1918), se hace llamar Cinquevalli cuando, adolescente, se unió al grupo de circo de Giuseppe Chiese-Cinquevalli.
4. John Held, Kezia Tenenbaum y Peter Davino.