por Pascal Jacob
La disciplina del malabarismo puede declinarse en dos grandes familias, identificadas a partir de los principios de manipulación periódica, que consiste en lanzar y recuperar uno o más objetos, y la no periódica, que consiste en manipular un objeto sin necesariamente lanzarlo o recuperarlo.
Alimentado por múltiples influencias, el repertorio del malabarismo en equilibrio es inagotable y no ha dejado de enriquecerse y de tornarse más complejo desde el siglo XIX.
Malabarismo en equilibrio sobre un cable tensado, a caballo, sobre un aparato móvil o inmóvil, la diversidad de las posibilidades contribuyó a desarrollar la creatividad de los malabaristas a través de los siglos para la aplicación y la evolución de un vocabulario singular. El concepto de combinación fue fundamental para definir e ilustrar las formas más logradas del malabarismo en equilibrio, como lo han practicado artistas como Enrico Rastelli o los Reverhos. Al manipular aros y mazas en equilibrio sobre una bola o un cable, los malabaristas fusionaron las técnicas e indujeron el carácter mixto de las disciplinas. El malabarismo a caballo, sobre un animal lanzado al galope, como pudieron realizarlo Léopold Loyal, Charles Ducos en el siglo XIX o Stephan Gruss en los años 1980, abrió el camino a la manipulación en equilibrio sobre aparatos móviles, tales como la bicicleta o el monociclo y también los patines sobre ruedas o sobre hielo. El chino Gao Jin, asombró al público francés en 1983 cuando presentó su número de lanzado de tazas y platillos propulsados con su pie, aumentando sin cesar el nivel de dificultad, lanzando simultáneamente dos, luego tres tazas y sus platillos para hacerlos apilarse perfectamente sobre su cabeza.
Disciplina individual o colectiva, el malabarismo en equilibrio le permitió a numerosas compañías, desde los Selbinis a los Drogaleva, convertirlo en una especialidad. Esta declinación de la manipulación, que fue por mucho tiempo demostrativa, se basó en una demarcación simbólica entre una dimensión vertical del malabarismo, explícitamente espectacular, y una dimensión horizontal a menudo más propicia a la escritura y la narración. Aunque sea esquemática, esta dualidad alimenta la práctica de los malabaristas contemporáneos y les ofrece paradójicamente material para realizar nuevas… combinaciones.