por Marika Maymard
El espacio en el cual evoluciona el payaso es el de una realidad desfasada, exagerada, desmembrada, deformada hasta lo absurdo, cuando no travestida o brutalizada por la imitación y la caricatura. Pero podemos suponer que subsiste en la actuación del payaso un fondo de coherencia. Existe más desfasado aún que el payaso, el excéntrico.
En ingeniería mecánica, un mecanismo excéntrico es aquel que hace desviar una pieza en relación al eje de rotación. En espeleología, la concreción que se forma en ángulo recto, en ruptura con el proceso natural de las estalactitas y estalagmitas es excéntrica. El excéntrico y por extensión la excentricidad tendrían pues que ver con la desviación. Pero aunque se añada la sobrepuja, no basta para distinguir al excéntrico del payaso. El matiz debe quizás buscarse en los términos y en lo que estos solapan. La comedia payasesca pone en juego actores y por ende sentimientos, y se basa en un hilo narrativo. La represa realizada por el augusto de velada es una corta fantasía realizada en torno al número que acaba de desarrollarse. La entrada es una verdadera obra de circo, con un tema, un tempo, un principio y un desenlace. La risa se obtiene por medio de una secuencia de replicas o gags rápidos, inesperados, incongruentes. La llegada de los payasos genera una ola de locura sobre la pista, pero esta sinrazón tiene un sentido.
Una locura codificada
La “locura” del excéntrico es permanente y desenfrenada. La relación entre los socios, el uso de los accesorios, de los trajes, de los instrumentos de música son aberrantes desviados, pervertidos. El público, anonadado por la capacidad de los artistas para inventar y pulverizar los límites de lo posible, reacciona a través de la risa frente a exhibiciones atrevidas, virtuosas pero arriesgadas. En la tradición de la pantomima inglesa, se impulsa la potencia cómica de la crueldad y de la destrucción. En Le Voyage en Suisse de los Hanlon Lees, los decorados del chalet estallaban con ellos. Se hundían en un piano para salir por una caja, caminaban sobre las paredes, tomaban vuelo y sus personajes caían a pedazos sobre el escenario. Una forma de excentricidad cargada de intenciones y de provocación se otorgaba todas las audacias con Jango Edwards (Stanley Ted Edwards) enemigo de las convenciones. Bert y Fred reinterpretaron entradas tradicionales como por ejemplo Guillaume Tell insuflándole una dimensión sadomasoquista.
¿Grotescos o excéntricos?
El universo de las “grutas” trajo otra enseñanza: el descubrimiento de frescos inéditos en las salas subterráneas de la Domus Áurea de Nerón en Roma, bautizadas “grottesche”. En una frondosidad de ornamentación vegetal, pájaros fantásticos y pequeños monos peleaban con faunos para hacer funambulismo sobre finas varas aéreas. El estilo “grotesco” de estos dibujos superpuestos y como suspendidos, se aplicaría a las manifestaciones que se inscriben en una sobrepuja rebuscada. Un afiche de Félix Mahier, “grotesco aéreo” anuncia “un paso a diez pies de altura de la mesa, servida con cubiertos y fuertes botas” o una travesía del cráter del Vesubio en plena “erupción” (sic). Los Bragazzi adiestraron Palas animadas, su gran éxito mientras que los Albano, dos primos, casi se rompieron el cogote sobre sus escaleras escabrosas, a la sombra de los Hanlon Brothers.
El fantasma de Little Tich (Rafael Harry), cuyos zapatos eran tan largos como su sombra, se reencarnó un siglo más tarde en el payaso canadiense Denis Lacombe que conduce una orquesta con entusiasmo, con sus pesadas botas de esquí literalmente clavadas en el podio. La desesperación de Eisenberg Avner, solo puede ser igualada por las gesticulaciones de otra víctima de la hostilidad de los objetos, el tenebroso y malicioso George Carl, - sobrino nieto de los Carletti, excéntricos músicos de la Keystone. Morris and Max, los Ovaro Bros (Raymond Frau y Gabriel Mansuy) también actuaron en el cine.
El espíritu de los hermanos Collins (Collin Eschenburg y Matthias Fisher), que solían lidiar con un trapecio y una escalera, parece insuflar en algunas secuencias de la creación Pss Pss de Baccala Clown…
Olivier Taquin, autómata viviente, pasa la posta a los robots humanos tales como los norteamericanos Spencer Novitch o Robert Muraine.
Maestría… iconoclasta
La música, tal como la locura, es universal. El baterista Sid Plummer construyó una maquinaria compleja que transformaba su xilófono en burro a medida que tocaba su Sérénade de l’Ane. En la línea de Don Saunders, el falso ingenuo que transforma su gaita en aspiradora, los Nuts & Bolts músicos canosos, interpretaban un jazz convincente con una tabla de lavar o soplando en un viejo tanque de retrete, vistiendo un kilt. Digno director de orquesta en smoking, el suizo Alfredo Smaldini se daba la vuelta precipitadamente, con un pañuelo sobre la cabeza y tejía febrilmente un cuadrado de lana con sus palillos, que acaba colocandose en las fosas nasales… Las cualidades acrobáticas intensificaron los efectos de los excéntricos musicales: Karle Thomson, alias Milton, fundador de la compañía de los Zapashny, los Fratelli Sprocanis, o los hermanos Barraceta con su violinista encaramado sobre altos zancos de un piso de altura.
Los hermanos Price en el Siglo XIX crearon un increíble dúo de violines mientras ejecutaban una secuencia de acrobacias que de por sí constituían una hazaña, Les violons sauteurs. La actuación sería retomada en parte por Brick y Brock (Marius Galante y Adrien Wettach). Este último, desde entonces reconocido como el payaso Grock quien de tanto pulir sus excentricidades, logró inscribirlas en un repertorio intuitivo de entradas, que medio siglo después, inspiró en particular a Buffo (Howard Buten). Los cuatro hermanos Bronetts (Kalle, Nitini, Herman y Bruno), excéntricos músicos de una vieja familia de banquistas suecos, los Goldkette, crearon el Circo Scott en 1937. El cuarteto se extinguió. El excéntrico sólo puede guardar su estatuto permaneciendo inclasificable.