por Pascal Jacob
Del punto de vista etimológico, el acróbata es aquel que camina sobre las extremidades. Una manera de jugar con su cuerpo, de divertirse con las dificultades impuestas por la gravedad, de producir un efecto de sorpresa y de suscitar la admiración. El éxito de una maniobra acrobática se obtiene a través de un entrenamiento regular y el desarrollo físico de aquel que desea llevarla a cabo. El aprendizaje de los acróbatas está vinculado al manejo de un vocabulario técnico para construir frases ensambladas en secuencias y series acompañadas por una música apropiada. De Babilonia a Cnosos, de Rajastán a la China, de Atenas a Lutecia los objetivos fueron idénticos. A lo largo de los siglos y de los progresos sucesivos de una práctica casi universal, una diáspora intuitiva se fundó en torno a un reportorio común.
La trayectoria de los acróbatas es paralela a la de los gimnastas, pero a veces, en el siglo XIX, se acercaron y fusionaron, cuando el circo comenzó una búsqueda de innovación y que el atractivo de una carrera artística comenzó a motivar a los gimnastas para dar el gran paso y dar forma de “número” a su práctica, vistiendo un traje y convirtiéndose en artistas de circo. A partir de un tronco común de figuras y técnicas, se asistió al desarrollo de una estructura arborescente de disciplinas, concebidas con o sin aparato: ya se tratase de la contorsión, de equilibrios o del mano a mano, fue esencialmente alrededor y a partir del cuerpo que se desarrolló el virtuosismo. La dislocación, pretexto a extraordinarias proezas, acentuó la fragilidad del acróbata exaltando a su vez sus facultades de recuperación: allí reside uno de los secretos del género y el símbolo más poderoso del gesto acrobático, el control del desequilibrio, factor de progreso y alegoría clásica del renacimiento, de la transición de un estado a otro.
La fuerza, la flexibilidad, la agilidad, caracterizan a los acróbatas y son el preludio de una multiplicación de técnicas espectaculares que componen la trama de una representación, mezclándose progresivamente con los ejercicios ecuestres enriqueciéndolos al mismo tiempo. Si bien la banquina, proviene del salto de banqueta apreciado por los saltimbanquis y pertenece a una cadena etimológica cuyo origen está forjado en una palabra, a partir del italiano antiguo, saltare in banco, literalmente “saltar sobre el banco”, ésta permanece sin embargo una disciplina pura, donde la acrobacia se efectúa sin aparatos. Es en parte lo que vuelve la acrobacia en suelo tan interesante y lo que le otorga al mano a mano, al equilibrio sobre las manos o a los juegos icarios cuando se realizan con un simple cojín sujetado en la parte baja de los riñones, una dimensión obvia y de simplicidad. Los saltos forman parte integrante del vocabulario de esta acrobacia que se califica a veces como trabajo en colchoneta y contribuyen a ofrecerle un carácter a la vez dinámico y espectacular.