La atracción del vacío
por Magali Sizorn
La acrobacia aérea con portor surgió poco después de los números de trapecio volante. A partir de los años 1870, los hermanos Hanlon, famosos por su trabajo de volteo de barra a barra, introdujeron una figura arriesgada anunciando lo que se llamaría más tarde el “salto de la muerte”: un acróbata en equilibrio, se lanzaba para recuperar las manos de su compañero suspendido del pórtico por las rodillas (Adrian, 1987: 55).
El trabajo del portor evolucionó más tarde con la introducción del “asiento del portor” fijo (el “cuadrante aéreo”) o móvil. El cuadrante, que a menudo se asocia a los números de trapecio volante, se convirtió en una disciplina independiente.
En la actualidad, se practican dos variaciones del cuadrante. El cuadrante aéreo, fijado a la cúpula de las carpas, está constituido por un cuadrante metálico rectangular en el cual el portor coloca sus piernas para suspenderse. El cuadrante ruso, también llamado pórtico coreano (los Coreanos, formados por los Rusos como Makarov, habían dado a conocer este ejercicio), está compuesto por un(os) pórtico(s) con una plataforma sobre la cual el portor, de pie, es sujetado por la cintura para propulsar al ágil. En Ola Kala de los Arts Sauts (2004), dos ágiles juegan en el espacio ofrecido entre los brazos de cuatro portores que los lanzan, hamacan y acogen. Suspendido sobre el vacío, el ágil sólo se eleva porque es alzado o propulsado por su compañero. Bajo el portor, el acróbata nos hace tomar conciencia del espacio – aquél que lo separa del suelo – y del riesgo incurrido en cuanto suelta las manos de su compañero, encima de su sombra.
Hasta la vida, hasta la muerte
El circo puede, bajo cierto punto de vista, ser considerado un “espectáculo victimario” (Routeau, 1980). Los números de cuadrante participaron de esta estética del riesgo y los Clerans, dúo de los años 1940 y 1950, marcaron tristemente la historia del circo. Sin cable de seguridad ni red (esta se hizo obligatoria en Francia solamente a partir de 1956 para los ejercicios a gran altura con lâcher), Stephan Hegedus y Charlie Girardin realizaban el famoso salto de la muerte, en el silencio que sucede al redoble de los tambores. El ágil saltaba de la plataforma realizando medio giro de 180 grados para recuperar las manos del portor suspendido por las corvas. Su leyenda se nutrió de dos hechos trágicos: las caídas y muertes de Charlie Gardin en 1946 y de Stephan Hegedus en 1952. El ejercicio fue retomado, en particular, por los Palacy en los años 1960, esta vez con una red que autorizaba otras audacias (ojos vendados, saltos sucesivos y osados…).
Si bien la posibilidad de la caída a veces es olvidada, debido a la automatización de los gestos, la peligrosidad de la práctica es recordada en cada accidente dramático, cuando las manos resbalan, cuando las muñecas del portor se encuentran demasiado lejos, cuando el material se rompe.
En el cuadrante ruso, la compañía Morosof, ganadora del concurso Joven Talento Circo en 2006, permite ver y oír en su espectáculo Prochain estos rituales de cuidado del otro y de sí mismo (magnesia sobre las manos, enunciaciones…): explicando cada gesto de la secuencia acrobática siguiente, ella y él recuerdan las figuras y visualizan su carrera hacia el “beso” anunciado y esperado del final de la secuencia.
El cuadrante es por lo tanto un asunto de complementariedad, confianza y cuidado recíproco. Más allá de los balanceos, las rotaciones, las dislocaciones, tracciones, de los lâchers de los pies y de manos, más allá de la tecnicidad del salto de la muerte, llamado por los anglosajones leap for the life (Adrian, 1967: 161), los números de cuadrante se inscriben en una experiencia de la tensión entre el arriba y el abajo, lo terrestre y lo celestial, la vida y la muerte.
En los bordes del cuadrante
Las escrituras circenses y relatos propuestos son múltiples hoy en día. Allí se explora la diversidad de la relación con el otro. El cuadrante es a menudo practicado por parejas – Joël Suty e Isona Dodero, Elsa Renoud y Juan-Michel Poitreau de los Tout fou to fly (Moreigne, 2002) o dúos masculinos/femeninos. Algunos proponen desfasar el juego de la pareja: se pelean, se sueltan, se empujan. Otros deserotizan la relación portor/ágil, prefiriendo la lógica del dúo. La introducción del cable de seguridad o del trabajo a baja altura favorece también la investigación acrobática como así el trabajo de interpretación. Sobre la plataforma de su cuadrante coreano, Victoria Martinez y Basile Forest (25a promoción del CNAC) se enlazan, se abrazan, se reencuentran. Ella cae, se equilibra, se escapa, luego regresa apoyándose sobre él, actuando en el aire, como bajo el pórtico o en el pequeño escenario que ofrece la plataforma. En torno al cuadrante, componen un libreto en el cual el gesto acrobático se prolonga hasta los momentos dedicados tradicionalmente a la preparación técnica, a la recuperación, a la puesta en suspenso de los espectadores, retomando y desplazando las convenciones técnicas y estéticas de los números de cuadrante, estirando la tensión al conjunto de su prestación.
El cuadrante ruso
por Pascal Jacob
Mucho tiempo considerado como un aparato desarrollado en Corea del Norte a partir de los años 1950, el cuadrante coreano fue en realidad un invento ruso. Imaginado en 1936 por el jefe de la compañía Simon Arnaoutov, permaneció una disciplina innovadora y poco conocida por el público hasta su aparición en Europa del Oeste con las primeras giras del Circo del Estado de Pionyang. Inicialmente compuesto por dos pórticos colocados frente a frente, con dos portores sujetados con cintas y un cinturón ventral y tres ágiles, se convirtió en el hito de un programa entre disciplina aérea y acrobacia con aparato.
El trabajo era poderoso y los pases se efectuaban sin cable de seguridad, sin red y a veces incluso sin colchoneta de protección. Muy inspirado por el “pequeño volante”, en particular, en términos de distancias entre los pórticos, este tipo de cuadrante estaba también integrado en los números de “gran volante” creados en Corea del Norte a fines de los años 1970, como también en algunos grandes números aéreos soviéticos de los años 1980.
Alexandre Arnaoutov, hijo del creador del aparato, enseñaba en la Escuela Nacional de Circo de Montreal donde formó a varios dúos de cuadrante: Mark Pieklo y Laura Smith fueron sus primeros alumnos, inaugurando un linaje de números del cual Alexandre Lane y Emilie Fournier encarnan hoy la continuidad. Rafael Moraes y Blancaluz Capella, formados en el CNAC de Châlons-en-Champagne, crearon en 2011 con E pur si muove un espectáculo monodisciplinario a partir del cuadrante.
Hoy en día, se designa a esta disciplina enseñada en las escuelas superiores occidentales bajo el nombre de “cuadrante ruso”.